En la escuela, los compañeros de Amadís despedían olores de jalea, chocolate, cocada, chicloso y cereza, mientras que la maestra y el director olían a chayote, puré de papa, carne molida, alcaparras y espárragos.
Ese día, las clases se suspendieron porque unos a otros se empezaron a comer.
Afortunadamente, Amadís no tenía nada de hambre.
"Amadís era, lo que se dice, un niño goloso. No había dulce, chocolate, chicle, malvavisco, paleta, mazapán, pirulí, helado, pastel o frasco de mermelada, que paseara sus gratos aromas ante su nariz sin que a él le entraran unas ganas feroces de devorarlo.
Sus compañeros de la escuela tenían que esconder muy bien sus golosinas para que Amadís no se las comiera. Su mamá guardaba los frascos de miel de abeja y las galletas arriba del refrigerador, pues creía que su hijo no podría alcanzarlos allí.
Después de un sueño intranquilo, Amadís despertó en su cama transformado en un niño de dulce. Chupó sus brazos y le supieron a mandarina. Sus ojos eran dos caramelos rellenos de pasa. Podía masticar su propia lengua como si fuera un chicle de cereza y su panza era un redondo y rosado malvavisco ".
En la escuela, los compañeros de Amadís despedían olores de jalea, chocolate, cocada, chicloso y cereza, mientras que la maestra y el director olían a chayote, puré de papa, carne molida, alcaparras y espárragos.
Ese día, las clases se suspendieron porque unos a otros se empezaron a comer.
Afortunadamente, Amadís no tenía nada de hambre.
"Amadís era, lo que se dice, un niño goloso. No había dulce, chocolate, chicle, malvavisco, paleta, mazapán, pirulí, helado, pastel o frasco de mermelada, que paseara sus gratos aromas ante su nariz sin que a él le entraran unas ganas feroces de devorarlo.
Sus compañeros de la escuela tenían que esconder muy bien sus golosinas para que Amadís no se las comiera. Su mamá guardaba los frascos de miel de abeja y las galletas arriba del refrigerador, pues creía que su hijo no podría alcanzarlos allí.
Después de un sueño intranquilo, Amadís despertó en su cama transformado en un niño de dulce. Chupó sus brazos y le supieron a mandarina. Sus ojos eran dos caramelos rellenos de pasa. Podía masticar su propia lengua como si fuera un chicle de cereza y su panza era un redondo y rosado malvavisco ".