No soy que digamos muy aplicado, pero al menos nunca repruebo una materia, ni siquiera Matemáticas. He de reconocer que tengo un defecto: a veces me da por decir mentiras. Más bien mentiritas, porque nunca son nada grave. Como el día que rompí un florero y le eché la culpa a Júpiter. A él no lo iban a regañar como a mí. O como la vez que no quería ir a casa de los abuelos para quedarme a ver un partido de futbol en la tele y fingí que estaba enfermo del estómago. Me metí al baño, hice como que vomitaba y eché a la taza un poco de crema líquida. Mis papás se asustaron al principio, me dieron un vaso con sal de uvas y se fueron ellos a casa de los abuelos.
Pero como les decía, necesito contar lo que me paró hoy para que se conozca la verdad. La verdad verdadera.
No soy que digamos muy aplicado, pero al menos nunca repruebo una materia, ni siquiera Matemáticas. He de reconocer que tengo un defecto: a veces me da por decir mentiras. Más bien mentiritas, porque nunca son nada grave. Como el día que rompí un florero y le eché la culpa a Júpiter. A él no lo iban a regañar como a mí. O como la vez que no quería ir a casa de los abuelos para quedarme a ver un partido de futbol en la tele y fingí que estaba enfermo del estómago. Me metí al baño, hice como que vomitaba y eché a la taza un poco de crema líquida. Mis papás se asustaron al principio, me dieron un vaso con sal de uvas y se fueron ellos a casa de los abuelos.
Pero como les decía, necesito contar lo que me paró hoy para que se conozca la verdad. La verdad verdadera.